26 de abril del 2024

Los triunfos deben servir como impulso para saltar más alto y no como cama para echarse.

Los últimos dos goles del partido grafican lo que ha sido Sporting Cristal en estos primeros siete meses del 2017.

Mientras algunos trabajan y se fajan por sacar adelante el equipo – y lo hacen de genial manera – vienen otros que con descuido o malicia malogran todo el trabajo y echan a tierra lo avanzado. Irven Ávila ingresó al partido y capitalizó el juego rimense, entró al área y anotó la diferencia a nada del final del partido. Rescató un partido malo para el Rímac. Parecía que nos llevábamos el premio hasta que Christian Ortiz – sin saber si por distraído o por menguado – paró una pelota con la mano en el área rimense y le regaló a Comercio un empate que ya no merecía.
Así ha sido Cristal en este apertura. Por momentos dio muestras de ser el equipo que debía ser y por otros, bastantes, se dedicó a cometer errores absurdos que tiraban por tierra lo avanzado.
De los tres torneos locales del año hemos desperdiciado dos. Es triste llegar al final de un torneo y saber que Cristal no pelea nada. La esperanza se basa, entonces, en lo que pueda hacer el equipo de Pablo Zegarra en el último torneo del año. Se vienen quince finales en las que el equipo se jugará su chance de no haber fracaso rotundamente el 2017.
Recordemos entonces que este fracaso en el Apertura 2017 se inició precisamente el día en que Francisco Lombardi y Michael Debackey pensaron que, habiendo llegado a 4 finales en 5 años y habiendo ganado 3 de ellas, ya no había necesidad de hacer las cosas bien. Con ingenuidad total – queremos creer – pensaron que los campeones habían sido ellos y que no había por qué ponerse serios y trabajar a conciencia. Ahí empezó todo.
En fin.
Hoy apuntan a que Pablo Zegarra gane este clausura para a fin de año volver a preguntar con prepotencia “¿dónde están los que nos criticaban en agosto?” sabiendo que esas personas no estábamos ahí para recordarles que los triunfos deben servir como impulso para saltar más alto y no como cama para echarse.
Esto es lo que pasa cuando, en vez de mística ganadora, es la mediocridad la que se inocula en la cabeza de la institución.
Por: Chalo