29 de marzo del 2024

La Cancha: Alianza Atlético 1 – Sporting Cristal 1

Jugar «mejor», no es lo mismo que dejar de jugar mal. No haber jugado mal tampoco es lo mismo que jugar bien. Y si tu análisis sobre el juego tiene que pasar, de manera esencial, por igualar los «casi-goles» como si fueran goles, entonces te has equivocado de deporte. El lirismo en el fútbol, como en la vida misma, es bueno y deseable. Pero cuando la floritura te hace perder de vista el objetivo, quiere decir que estas perdiendo la perspectiva y que estas viviendo en una realidad que no corresponde. El delirio, la enajenación.

Con eso dicho, hay que reconocer que ante Alianza Atlético, Sporting Cristal jugó mejor que ante Unión Comercio. Eso no fue meritorio por cuanto era lo mínimo esperable. Lo mostrado en el Gallardo el pasado martes fue tan pobre que insinuar, o mostrar, una mejora no merece aplauso, merece a las justas una mirada de condescendencia. Además, no estamos ante un equipo de niños de inicial a los que hay que aplaudirles la intención y el esfuerzo. Este es un equipo profesional, lleno de jugadores adultos que se ganan la vida jugando al fútbol a nivel competitivo. Si quieren que se les aplauda la intención y el esfuerzo, se han equivocado de actividad.

Luego, es cierto que un buen juego en el fútbol te va a acercar a anotar goles. Que hay distintas formas de hacer eso, las hay. Que en Cristal preferimos hacerlo con recursos nobles y priorizando un juego de buen pie y por eso el juego de fricción, de pelotazo y de ratoneo no nos gusta, también es cierto. Pero, más allá de que creamos en que el buen juego te acerca más a ganar de manera sostenida en el tiempo, no podemos caer en la ceguera de creer que cada partido jugado a buen pié es un triunfo. Será un triunfo moral sobre la mediocridad de nuestro medio pero no es un triunfo, pues. Y a la larga, uno compite para ganar. Si sólo compitiésemos para «dar espectáculo», pues mejor retirémonos del campeonato y hagamos gira, convirtámonos en émulos de los «Harlem Globetrotters» y vayamos por el país mostrando nuestras virtudes. Haber generado opciones de gol – y no haberlas concretado – no es sinónimo de gran juego. Es, incluso, muestra de mal juego en todo sentido (técnico y táctico). Crear y no concretar es casi tan malo como no crear. Si vamos a pensar que porque Cristal choca dos pelotas al palo, el arquero tuvo atajadas notables o porque «estuvimos a punto de anotar» entonces todo esta bien, nos estamos engañando.

El delirio, la enajenación.

El tema en Cristal pasa también porque no estamos en enero. Estamos en mayo. Ya hemos participado en el Torneo del Inca y en la Copa Libertadores y tenemos un técnico que debería ya conocer de largo a su plantel. En un par de semanas va a ser mitad de temporada. En condiciones como estas, decir «esto recién empieza», «necesitamos tiempo», «hay que tener paciencia», «nos estamos acomodando» es faltar el respeto. Paciencia, tiempo y acomodación son palabras para sacarlas en los amistosos de pretemporada, no en partidos oficiales de mitad de temporada. Ni esto está empezando ni se debería requerir más tiempo para saber cuál es la forma en que éste equipo debe jugar. Si Daniel Ahmed necesita los primeros ocho meses de cada temporada para conocer su equipo, entonces deberíamos estar preocupados. No me parece que sea acorde a la mejor práctica el argumentar, a casi mitad de temporada, que aún falta acomodar al equipo cuando en esos cinco meses, el plantel no ha sufrido cambios considerables, somos prácticamente le mismo equipo desde enero hasta hoy.

La molestia por las presentaciones de Sporting Cristal pasa porque en la idea genérica que uno tiene, Cristal debería estar jugando mucho mejor de lo que hace. Casi a mediados de mayo, Daniel Ahmed ya debería saber qué jugador le rinde y cuál no, cuál es la mejor posición y el mejor planteamiento para tal o cual condición, cuál es la estrategia correcta y cual es la que no se debe usar. Pero pareciera que, lejos de preguntarse cuál es la mejor opción en cada una de esas cuestiones, el técnico tuviera una debilidad por escoger la opción más desatinada. Ante Sullana no sólo nos regaló otro partido intrascendente de un jugador prescindible como es Jairzinho Gonzáles sino que además tuvo una decisión errada al desperdiciar a César Pereyra mandándolo a la punta derecha a lanzar centros. Este tipo de decisiones desconcierta a la hinchada y, a ojos vista, frustra a los jugadores. Por el contrario, cuando se hicieron los cambios razonables, la cosa cambió. Cuando se subió a Josepmir Ballón al mediocampo y dejó de apostar por hacerle el favor al representante de Jairzinho Gonzáles, Cristal empezó a jugar mejor. Con Jorge Cazulo como destructor y no como lanzador (que lo hace mal), con Ballón en el medio cerca al área rival y con Irven Ávila y Alexis Cossio más enfocados en el ataque y reedituando aquellos triangulos ofensivos que tan buenos resultados nos dieran el año pasado. Salvo lo de Pereyra que me pareció errado, el equipo se rearmó. ¿Es acaso tan difícil hacer eso desde el arranque del partido?

Por que a la larga, lo que termina exasperando a la gente no es tanto el resultado ni el juego errático y ajeno sino las decisiones irrazonables que se ven en la cancha. Ante la gama de decisiones que pudieran ser acertadas (e incluso arriesgadas), el lanzar a la cancha decisiones que no se sostienen en lo que se ve y en lo que se vio, eso es lo que fastidia.

¿Que espero para este miércoles? Espero que ganemos, claro. Pero, sobre todo, espero que el equipo juegue a lo que todos sabemos que sabe jugar. Espero no ver jugadores forzados a jugar de lo que no saben jugar, ni jugadores inútiles que tengan corona, ni el recurso exclusivo a lanzar centros como renuncia a hacer lo que todos sabemos que nos sale bien: jugar al fútbol. Si Cristal mostrase eso, incluso así UTC saque resultado, me iría tranquilo porque sería muestra que la cordura está regresando a La Florida.

 

Por: Chalo
Director de elcristalconquetemiro.com