19 de abril del 2024

Didí, el ídolo brasileño que fue héroe en Perú

Hizo el primer gol en la historia del estadio Maracaná, fue campeón del mundo en 1958 y 1962 con la selección auriverde, y como DT llevó a los incas al Mundial de 1970 y formó a su mejor generación de futbolistas.

Muchos puntos en común del juego de este domingo entre las selecciones de Brasil y Perú por la final de la Copa América 2019 se centran en la figura de un solo hombre: Waldir Pereira, más conocido como Didí.

Este brasileño fue el autor del primer gol en la historia del mítico estadio Maracaná, de Río de Janeiro, escenario que fue construido para el Mundial de 1950 y en el que se conocerá el campeón de la edición 58 del torneo de selecciones de la Conmebol.

Pero además de eso fue un gran ídolo de la selección brasileña, ganador de las Copas del Mundo de Suecia 1958 y Chile 1962 y un héroe para los peruanos, pues como entrenador logró clasificarlos a su segundo Mundial, en México 1970, después de cuarenta años, liderando a la mejor generación de futbolistas incas, conformada, entre otros, por Teófilo Cubillas, Héctor Chumpitaz, Hugo Sotil y Roberto Chale.

Didí nació el 8 de octubre de 1928 en el municipio de Campos dos Goytacazes, a unos 270 kilómetros de Río de Janeiro. Comenzó a jugar fútbol en las calles, pateando botellas y cualquier objeto que pudiera servir para armar un partido con sus amigos. Por su contextura física, siempre más grande que la gente de su edad, con piernas elásticas y rápidas, marcó diferencia. No solo porque se sabía mover bien para eludir rivales, sino porque tenía una potencia prodigiosa en sus remates.

A los 14 años, antes de haber comenzado su vida como futbolista, por poco pierde una pierna después de que lo apuñalaran en una pelea callejera. En un principio no se cuidó la herida y quiso seguir su vida normal, pero con el paso del tiempo esta se infectó y casi le tienen que amputar la parte de su cuerpo que le daría para comer el resto de su vida. Estuvo sin poder caminar por casi dos meses, en una silla de ruedas de la que se levantó gracias a las ganas de poder volver a patear un balón.

En 1945, poco antes de cumplir 17 años, se vinculó al Americano de Campos, un humilde club de su lugar de nacimiento, en donde demostró su talento y se abrió las puertas para ser reconocido entre los cariocas. Antes de llegar a Fluminense, uno de los grandes de Brasil, militó en Lençoense y Madureira, equipos que le sirvieron para ganar confianza.

Justo antes de la Copa del Mundo de 1950, la que organizó este país con la idea de ganar, se dio el juego inaugural del estadio Maracaná. Fue el 24 de junio de 1950 con un partido entre la selección del estado de Río de Janeiro contra la de São Paulo. En el equipo local estaba Didí, quien marcó el primer gol de este mítico escenario, el más grande de Brasil y por muchos años el de mayor capacidad en el mundo.

Claro que no conquistó a la hinchada brasileña solo por haber marcado ese gol, sino porque unos años más adelante anotó el tanto que clasificó a Brasil para la Copa del Mundo de Suecia 1958. Fue en un partido de las eliminatorias sudamericanas, curiosamente contra Perú, en este mismo estadio. El juego iba 0-0 y en la tribuna se veían caras tristes, aún recordando aquel duro golpe del Maracanazo, que representó perder esa icónica final 2-1 ante los uruguayos. Pero de repente, este joven, de contextura delgada, piernas largas y zancada amplia, fue el elegido para cobrar un tiro libre. El balón salió con una impresionante potencia hacia arriba, parecía que iba a pasar varios metros por encima del horizontal, pero de un momento a otro, sorprendiendo al arquero peruano, la pelota bajó como una hoja en otoño y se metió en el arco. Desde ahí se hizo famoso el remate de la hoja seca, el cual patentó Didí. Después él comentaría que esa técnica la aprendió cuando debía patear con precaución cuando se estaba recuperando de la lesión en la pierna que por poco le amputan.

En 1957, tras alzar el Campeonato Carioca tuvo que cumplir con su palabra y hacerse cargo de una promesa. Didí había garantizado que, si obtenía el título, iba a atravesar caminando de lado a lado la ciudad de Río de Janeiro. Y le tocó cumplir.

Fue el cerebro del equipo que conquistó la primera Copa del Mundo para Brasil. Lo eligieron como el mejor jugador del torneo por encima de otros cracks brasileños como Pelé, que en ese entonces tenía 17 años, Garrincha, Zito y Gilmar, entre otros, y comenzó a posicionar el jogo bonito.

Luego de esta gesta, Real Madrid se lo llevó para formar una tripleta poderosa junto al argentino Alfredo Di Stéfano y al húngaro Ferenc Puskas, pero no la pasó bien en el país ibérico. Le costó adaptarse y después de un tiempo regresó a Río de Janeiro, al Botafogo, en donde con el cariño de la gente recuperó la ilusión, las ganas y el prestigio.

“A los españoles les encantaban los jugadores que entraban en plancha, que caían al suelo. Y yo nunca le hice un barrido a nadie. Salía del campo con la camiseta y las medias limpias, tenía que meter la mano al barro y pasarla por la camiseta”, recordó en una entrevista con un medio brasileño en la década de los 90.

En el Mundial de Chile 1962 volvió a ser uno de los referentes del equipo que logró el bicampeonato, pero ahí el que se llevó todos los elogios fue Pelé, considerado uno de los mejores futbolistas de todos los tiempos, quien algún día confesó: “No soy nada comparado con Didí. Nunca llegaré a los pies de Didí. Él es mi ídolo, mi referencia”.

Un inca más

Un año después del Mundial, aceptó ir a ser jugador y técnico del Sporting Cristal de Perú. De 1962 a 1964 no logró ningún título, pero su idea cautivó a los dirigentes, quienes entendieron su deseo de regresar a jugar a Brasil, pero le dijeron que cuando quisiera volver, encontraría las puertas abiertas, pues esa también era su casa. Y así fue. Didí pasó al São Paulo, después a Tiburones de México y en 1967 asumió nuevamente las riendas del equipo cervecero de Lima.

La formación del cuadro rimense correspondiente al partido jugado en 1964 contra el Barcelona FC en el que los cerveceros se reforzaron con el gran Didí, Alberto Gallardo y Oscar «Huaki» Gómez Sánchez.

Fue campeón nacional y formó a varios de los jugadores que integraban la base de la selección peruana, por eso en 1969 asumió las riendas del equipo nacional, justo en el año de las eliminatorias. Se convirtió en el maestro de la mejor generación de futbolistas peruanos. De la mano de Teófilo Cubillas en la cancha, Didí eliminó a Bolivia y Argentina en las eliminatorias y lideró a esta selección que hasta entonces solo había participado en la primera Copa del Mundo, la de 1930.

Vencieron a Marruecos y Bulgaria y solo perdieron en la fase de grupos frente a Alemania. Se clasificaron a cuartos de final, pero quedaron fuera tras perder 4-2 ante la selección brasileña de Rivelino, Jairzinho y Tostão, que era dirigida por Mario Jorge Lobo Zagallo, un viejo amigo de Didí, y que terminaría logrando el título.

Perú regresó a los Mundiales de 1978 y 1982, generaciones que siguieron con el legado del maestro que se volvió héroe de un país futbolero, un hombre al que le reconocen como el padre del balompié inca.

A sus 72 años, murió en 2001 víctima de una falla orgánica múltiple debido a un cáncer de hígado en el Hospital Universitario Pedro Ernesto, en el barrio de Vila Isabel, a dos cuadras del Maracaná.

Su funeral se llevó a cabo en la sede de Botafogo, pero ningún funcionario del club estuvo presente, según sus familiares, porque lo valoraron más en Perú que en Brasil.